La palabra canon (gr. kanon) se refiere a una «regla» por la cual algo es medido y evaluado. El canon del Antiguo Testamento es aquella colección de libros divinamente inspirados, y, por lo tanto, autoritativos; libros reconocidos por el liderazgo espiritual de Israel en tiempos antiguos. ¿Cómo sabemos que éstos son los únicos libros que deben estar en el canon, o que todos estos treinta y nueve escritos deben estar incluidos? Puesto que desde temprano había otros escritos religiosos (incluso textos heréticos), ¿cómo podemos estar seguros de que éstos son los libros correctos?

A menudo se ha dicho que un concilio judío confeccionó una lista canónica al final del primer siglo de nuestra era cristiana. Realmente los libros eran canónicos tan pronto como fueron escritos. Los judíos piadosos y con discernimiento reconocieron desde el principio las Escrituras inspiradas. No obstante, en algunos lugares discrepaban durante un periodo de tiempo acerca de ciertos libros (por ejemplo: Ester, Eclesiastés, Cantares).

Los judíos dividen el Antiguo Testamento en tres partes: El Torah, los Profetas (primeros y postreros), y los Escritos.

Existen varias teorías acerca del porqué, por ejemplo el libro de Daniel, una profecía está en los Escritos y no en los Profetas. Una opinión común entre los liberales es que Daniel fue escrito demasiado tarde para entrar en la segunda sección, la cual según ellos estaba ya «cerrada» cuando Daniel escribió. Un punto de vista conservador es que Daniel está en la tercera sección porque no ocupaba el oficio de profeta, sino de gobernador usado por Dios para escribir una profecía. El Dr. Merrill F. Unger enseñó que la división tripartita fue determinada por la posición de los escritores.

«Ésta es la posición conservadora y (creemos) la correcta. Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos con el propósito definitivo de ser tomados como sagrados y divinamente autoritativos. Por lo tanto, ellos tienen el sello de canónico desde el momento que aparecieron. La división en tres partes es debido a la posición oficial y el rango de los escritores, y no tiene nada que ver con grados de inspiración, diferencias en el contenido o cronología».

El concilio que reconoció oficialmente nuestro canon realmente no estaba confirmando lo que hace siglos ya había sido aceptado. El concilio no produjo una lista inspirada de libros, sino que era una lista de libros inspirados.

Todavía más importante para los cristianos es el hecho de que nuestro Señor mismo citaba frecuentemente y trató como autoritativos los libros de las tres secciones del Antiguo Testamento en hebreo. Considera, por ejemplo, Lucas 24:27 y 44, en la nota final nº 4. Además, Cristo nunca mencionó ninguno de los llamados «libros apócrifos».

 

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