Si el elemento más crítico del crecimiento de la iglesia es la investidura sobrenatural del poder, entonces el combustible para todo crecimiento es la oración poderosa. Esto es tan obvio que parece trivial. Sin embargo, el pastor o el miembro promedio tiene dificultad en creer que esto es cierto. Podemos quizá decirlo de los labios para afuera. Podemos hasta creer que es la verdad, pero la práctica y los programas de la mayoría de las iglesias indican que en verdad no creemos que la oración sea necesaria para el crecimiento genuino de la iglesia.

Considere el culto típico de oración en nuestras iglesias. Ha llegado a ser un poco más que un recital de “órganos”, letanía de oraciones por los órganos del cuerpo que están fallando: “El hígado de la tía Susana, los pulmones del tío Juan, los riñones de Federico.” No es querer hacer un chiste de la oración intercesora por la sanidad divina para los males físicos. Sin embargo, la verdad es que pasamos más tiempo orando por los santos moribundos (quienes están preparados para morir e ir al cielo), tratando de detenerlos más tiempo aquí en la tierra, que el tiempo que invertimos orando por los pecadores para que no vayan al infierno. Hay poca pasión en nuestras oraciones y poca confianza en su eficacia. Podemos opinar en forma distinta, pero el poco tiempo invertido en la oración y los pocos que asisten a los cultos de oración dicen lo contrario.

Cuando nos enfrentamos a algún obstáculo para nuestro crecimiento, nuestro primer pensamiento gira hacia los programas, métodos y modelos. Estamos seguros de que un mejor programa de visitación a los miembros en perspectiva daría resultados en lograr más bautismos. Si pudiéramos lograr que la gente cantara coritos, eso atraería a los modernos. Si tuviéramos más dinero, dispondríamos de mejores medios y equipos, un nuevo autobús…, y la lista no tiene fin, de los aparatos y los equipos que creemos necesarios para que la iglesia crezca. Escuchen bien, no estamos en contra de los métodos ni organizaciones. Una iglesia no sobrevive por mucho tiempo si no tiene estos elementos, pero no podemos depender de la fuerza humana y la metodología para hacer que la iglesia crezca. Tenemos que experimentar la investidura sobrenatural del poder, y para lograrlo tenemos que dar prioridad a la oración.

¡Cuán fascinante es el hecho que algunos que intentaron entender o imitar el crecimiento tremendo de muchas iglesias en Corea han optado por copiar su estilo de adoración o el uso de células! Estas actividades pueden ser dignas de imitar, pero escasamente son la fuente del crecimiento fenomenal. Para entender el crecimiento de las iglesias en Corea o la cosecha evangelística extraordinaria que está aconteciendo en muchos países del Tercer Mundo, hay que notar su dependencia en la oración. Muchos coreanos llegan temprano en la madrugada a la montaña de la oración. La historia de la iglesia cristiana verifica que hay un hilo común en todo crecimiento de la iglesia en cada generación: la oración, concertada, enfocada y sobrenatural, es la clave. Los métodos y los modelos tal vez varían, pero la oración ha sido y será constante.

Extraído del libro “El Modelo de Antioquía” por Ken Hemphill
 

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