Cuando aquellas mujeres llegaron al sepulcro en aquella mañana de domingo con la misión de preparar el cuerpo de Jesús y despedirse de su maestro, vivieron la experiencia mas impactante de esos tres años, y algo más de sus vidas al lado de Jesús. ¡Ha resucitado! Fue la expresión que escucharon de labios de un ángel que les daba la gran noticia.

Esa última semana de la vida de Jesús fue de gran movimiento, el Cristo sabía que se acercaba la hora de cumplir la parte más difícil de su ministerio terrenal, porque en definitiva su muerte era el motivo esencial en el plan de Dios de restablecer la comunión con la humanidad, que sistemáticamente se alejaba de El. Por otra parte, debía preparar a sus discípulos para enfrentar ese momento y continuar con la misión que les sería encomendada por su maestro.

A comienzos de esa semana la ciudad de Jerusalén comenzaba a llenarse de bullicio de fiesta y muchos judíos que residían en las aldeas cercanas llegaban a la gran ciudad para celebrar la Pascua. El comercio se tomaba las calles y en ese escenario Jesús se desplaza de un lado a otro tratando de optimizar al máximo su tiempo para entregar sus enseñanzas a los discípulos que estaban junto a él. Mientras eso sucedía, en otro lugar dentro de la misma ciudad un grupo de sacerdotes gestan un plan para terminar no solo con las enseñanzas del maestro, sino también con su vida.

Aquellos que debían ser los primeros en entender la misión de Jesús, fueron sus más ardientes adversarios. Al sentirse amenazados en sus derechos y su supuesto poder además de ciertos privilegios recibidos del imperio romano, estos sacerdotes gestan un plan macabro cuyo objetivo es terminar definitivamente con el mesías y toda su enseñanza.

El relato de todo lo que sucedió en esos últimos días de la vida de Jesus, usted puede leerlo directamente en los evangelios y con lujo de detalles. En esta ocasión quiero que centre su pensamiento en la expresión que da título a esta reflexión, ¡ha resucitado!

Fue un día tenso de mucho dolor, las mujeres acompañan sin reservas a María la madre de Jesús. Los discípulos por su parte están escondidos, temerosos, pero sobre todo con esa angustia terrible de haber perdido al hombre que dio sentido a sus vidas, a aquel que se fijo en ellos sin reparos, no eran los más letrados, no poseían riquezas, eran hombres comunes y corrientes, pero Jesús los escogió.

Ellos están asustados y no los juzgamos por eso ¿Quién enfrentado a una situación tan terrible no se paraliza de temor? ¿Quién no olvida en medio de la prueba las palabras del Señor? Aun así, Cristo confío en ellos porque solo el puede saber el valor que cada persona tiene, y que va más allá de sus propios temores.

Hoy en medio de una pandemia mundial que nos asedia ya mas de un año, muchas personas han sufrido con el implacable y mortal covid19, la perdida de familiares, amigos, y mucha gente que de una u otra manera hemos conocido a agregado una dosis de temor y con justa razón, pero existe para los creyentes la mas gloriosa esperanza de salud fundamentada justamente en lo que conmemoramos o celebramos como dirán otros la
semana santa.

Tenemos el privilegio de recordar con el respeto que se merece esos últimos días de la vida terrenal de Jesús, porque aunque vivamos en medio de una sociedad que aparentemente y dada todas las señales que observamos, intenta alejarse de lo llamado religioso o que tenga que ver con fe, el recuerdo de esos días alrededor del año 30 de nuestra era, estremece el corazón de todos aquellos que hemos abrazado y aceptado el gozo de la salvación otorgado por Jesús.

Y por eso que cada año cuando llega esta fecha en que en la mayoría del mundo cristiano se conmemora o celebra “semana santa” pienso en lo maravilloso que es saber todo el final de la historia, porque a diferencia del dolor de aquellos hombres y mujeres que padecieron en carne propia esa primera semana santa, usted y yo recordamos esos momentos con la alegría de saber que Jesús ha resucitado.

Sabemos que su muerte no fue el fin, sabemos que por su muerte también alcanzamos perdón para nuestros pecados, y sabemos que en su resurrección somos también resucitados.

Semana Santa no es un feriado más en el calendario, ni siquiera maratones de películas relacionadas con la Biblia o de la vida de Jesús. Semana santa no es un feriado en la playa o la montaña (cuando no había cuarentena), o un tiempo para realizar las tareas pendientes del hogar.

Como cristianos tenemos la misión de otorgarle a este tiempo toda la relevancia e importancia que merece porque en ello esta representado el gran amor de Dios por la humanidad. Para mi y espero que también para usted, la muerte de Cristo tenga la relevancia que le es propia. La crucifixión no es la de un delincuente merecedor de ella. Todo el padecimiento y la agonía en esos maderos es de el Hijo de Dios que en forma de hombre cargo todos mis pecados. Sobre sus hombros están mis dolores, mis angustias, mi indiferencia, no es Él quien merece ese castigo sino cada uno de aquellos que menosprecian ese sacrificio.

Pero Él no escatimo en amor y se entrego por todos. Su muerte trajo alegría a sus detractores, ellos pensaron que Jesús sería solo un recuerdo destinado a desaparecer aun de la memoria de sus más cercanos. Aseguraron su tumba con una piedra que necesitaba de varios hombres para moverla. Y pensaron que era el fin. No obstante, la victoria final del maestro estaba aquel domingo por la mañana.

La iglesia cristiana preferentemente realiza sus cultos y actividades los domingos. Lo hacia la iglesia naciente en el libro de los hechos. Porque el domingo de resurrección es en definitiva la máxima diferencia entre el
cristianismo y cualquier otra creencia religiosa conocida.

La tumba vacía es la respuesta a toda desesperanza. La tumba vacía es la respuesta a todos los temores. La tumba vacía es la respuesta a la ansiedad y el stress.

Esa tumba vacía es el símbolo de la victoria final del Hijo de Dios y eso debe llenar de gozo permanente nuestras vidas día a día, y en esta fecha en particular dar gracias a Dios por habernos escogido para seguir siendo sus testigos fieles de esa obra de redención, la victoria de Cristo es nuestra victoria, y en cada momento oscuro que nos toque vivir, cuando parece que la desesperanza a ocupado nuestras vidas, recordemos esa tumba vacía porque el Señor vive, Él ¡ha resucitado!

 

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